Hemos entendido que nuestra existencia tiene un gran propósito, este es el ayudar a aquellos en los cuales sus edificaciones (en su interior), están caídas, debemos con la ayuda de Dios tenderles la mano y mostrarles que su vida si se lo permiten ellos mismos, puede ser reedificada, así como nos lo dice Isaías 61:4 “todo será levantado de nuevo” para la gloria de Dios.

sábado, 20 de noviembre de 2010

CREER QUE NO SE PUEDE


Cuando yo era chico me encantaban los circos. Lo que

mas me llamaba la atención era el elefante.

Durante la función, la enorme bestia hacia despliegue de peso, tamaño y fuerza descomunal; pero después de su actuación y un rato antes de volver al escenario, el elefante quedaba sujeto solamente por una cadena que aprisionaba una de de sus patas a una pequeña estaca clavada al suelo.

La estaca era solo un minúsculo pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros en la tierra. Y aunque la cadena era gruesa y poderosa me parecía obvio que este animal, capaz de arrancar un árbol de cuajo con su propia fuerza, podría con facilidad arrancar la estaca y huir.

El misterio era para mi evidente: ¿porque el elefante no daba, con un fuerte tiron, término a su cautiverio?

Pregunte entonces a maestros y familiares por el misterio del elefante. Alguno de ellos me explicó que el elefante no se escapaba por que estaba amaestrado.

Entonces hice pregunta mas obvia: Si esta amaestrado...
¿Porque lo encadenan?

Nadie me dio una respuesta coherente. Con el tiempo me olvide del misterio del elefante y de la estaca. Hasta que hace algunos anos descubrí la respuesta: “El elefante del circo no escapa por que ha estado atado a una estaca parecida desde que era muy pequeño”

Cerré los ojos y me imagine al pequeño recién nacido sujeto a la estaca.

Estoy seguro de que en aquel momento el elefante empujo, tiro y sudo tratando de soltarse, y a pesar de todo su esfuerzo no pudo. La estaca era ciertamente muy fuerte para el. Juraría que se durmió agotado y que al día siguiente volvió a probar, y también al otro día y así siguió.

Hasta que un día, un terrible día para su historia, el animal acepto su impotencia y se resigno a su destino. Este elefante enorme y poderoso no escapa porque CREE QUE NO PUEDE. El tiene el registro y recuerdo de su impotencia, de aquella impotencia que sintió desde poco después de haber nacido.

Y lo peor es que jamás se ha vuelto a cuestionar seriamente ese registro. Jamás, jamás intento poner a prueba su
fuerza otra vez.

Cada uno de nosotros somos un poco como ese elefante:
Vamos por el mundo atados a cientos de estacas que nos restan libertad. Vivimos creyendo que no podemos hacer un montón de cosas, simplemente por que alguna vez probamos y no pudimos.

Grabamos en nuestro recuerdo: “no puedo...y nunca podré”. Crecimos portando ese mensaje que nos impusimos a nosotros mismos y nunca más lo volvimos a intentar. Y por ello, la única manera de saber lo que podemos, es intentarlo de nuevo, y poner en el intento todo nuestro corazón.       

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